En la medianía de la noche, el eco sórdido de tus pasos aletarga la sombría sensación de estar solo.
Un instante rebelde interioriza la meditación íntima.
Pleno de ti, mi pensamiento desnudo y adolorido se contrae, acurruca, se arrastra entre húmedas baldosas.
El estupor lo cubre todo, el adormecimiento de mis extremidades es inminente, consecuencia última del veneno de tu piel, de tus entrañas.
--Tal vez la adicción a ti, esa mórbida sepultura de mis deseos, sea el final o el inicio, acaso, de no dejar de pensarte.--
Cada noche esa imagen virtual tan tuya me acompaña, me acaricia, me abraza. No me deja ser.
Tu maternal sentido de abrigarme entre tus senos cual loba romana, es la mayor falacia de mis deseos.
Intento dormir y no pensar, en esta, la noche más callada del deseo.
Tendido en mi cama, la soledad es tan inmensa como la nada, vacío fortuito perpetrado por la triste ley de la causa y el efecto.
Te pienso, intento pensarte: tú mujer sin nombre, sin rostro; tú eterna imagen sin sombra. Existes en algún lugar, lo sé por que te he soñado y a veces despierto con mis ojos fijos en tu espalda inexistente; es que no tiene figura mas que en mi sueño.